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La Masonería en Guadalajara descrita por Julio Martínez García

Antonio Herrera[1]

Si no hubiera ocurrido la pesadilla en la que aún estamos todos metidos, hoy estaría abierta en la Concordia la Feria del Libro de Primavera de Guadalajara 2020, la gran fiesta del libro, en la que entre otras muchas actividades– estaba programada la presentación de un libro interesantísimo sobre la historia de Guadalajara, el que Julio Martínez García ha dedicado a la Masonería en esta provincia.

Julio Martínez García:
La Masonería en Guadalajara
Ed. Aache, 2020

Uno de los temas que desde hace más de dos siglos se arrastra por los libros de historia, por las tertulias, conversaciones en voz baja, y elucubraciones de muchos, es la Masonería, que sería difícil de explicar aunque todos sabemos de qué se trata.

Nacida al calor de las ideas de igualdad y libertad social que en Francia estallan con la Revolución, por todo el mundo a partir de la Galia se instauran sociedades (siempre llamadas secretas) de gentes que, con muy buena voluntad, pretendían implantar ideas y actitudes de bondad, solidaridad, trabajo, honestidad y todo ello en un espíritu de colaboración entre los miembros del grupo, que, en todo caso, debía ser reducido, con miembros selectos, y por lo tanto con cierto secretismo frente al común de la sociedad.

Todo ello lo explica, con mucho más detalle, Julio Martínez García en su interesante libro sobre la masonería, que además dedica la máxima atención a lo que viene a ocurrir en la provincia de Guadalajara en el transcurso de esos dos siglos largos.

En el siglo diecinueve

Por resumir un poco, conviene decir que en Guadalajara, como en toda España, la masonería conoce un resurgimiento a partir de la Revolución «Gloriosa» de septiembre de 1868. Nacida y crecida por toda Europa (Inglaterra y Francia esencialmente) desde la Ilustración, es desde diversas grandes logias nacionales que se da consistencia a otras locales. Y así en el libro nos recuerda Martínez que el Gran Oriente de España dio espaldarazo a la Logia Caracense nº 224, de Guadalajara capital, y a la Amor Fraternal nº 56 de Alcocer. Que el Gran Oriente Nacional de España avaló la creación de la Unión Universal nº 266 en Cifuentes, la «Idea 66» en Atienza, y «El Deber 33» más «La Joaquina 53» en la capital.

Y todavía el Gran Oriente Español soportó la creación en Torija de la «Caracense 197» y del «Triángulo de Luz de la Sierra nº 2» en Checa.

Es una época en la que aparecen, junto a la masonería, otras sociabilidades mejor soportadas por los españoles, como hermandades (de antigua tradición religiosa cristiana), sociedades filantrópicas, sociedades de socorros mutuos, asociaciones musicales, bandas, y, por supuesto, partidos políticos de masas. En este sentido, el Partido Republicano de la Sierra, fundado por el farmacéutico Federico Bru y Mendilluces, en Checa, tuvo fuerte voz a través de su órgano de expresión, «La Voz de la Alcarria».

Pero también los carlistas, muy activos a través de «Juventud Católica», con Enrique Aguilera Gamboa, marqués de Cerralbo, y con Juan Catalina García López, primer cronista provincial, como líderes, tuvieron gran participación en la vida social.

En Guadalajara tuvo cierto relieve, incluso, don Enrique Pastor y Bedoya, (siempre escribiendo bajo el alias de Alverico Perón) como activo propagador del «pensamiento espiritista», que era doctrina religiosa fundada en Francia por Allan Kardec)

En el siglo veinte

La restauración borbónica frena un tanto en España el desarrollo de la masonería, aunque algunos de los relevantes políticos de la época, como el liberal Sagasta, pertenece a la Fraternidad. La dictadura del general Primo de Rivera les da problemas, y la llegada de la Segunda República aporta, según dicen ellos, una gran «esperanza» al movimiento masón. Así ocurre que tras las elecciones de 1931, al Parlamento llegan más de 130 diputados que son masones. Tras las elecciones de 1936, el PSOE recoge el mayor número de diputados masones.

El reflejo de todo ello en Guadalajara se hace palpable: en la ciudad se crea la logia «Arriaca nº 8» que es impulsada por Miguel Benavides. Dos destacados miembros de ella son los profesores del Instituto Miguel Bargalló y Marcelino Martín, junto a Ricardo Calvo Alba. Entre los diputados, y procedente de la logia «Luis Simarro nº 3» de Madrid, llega a Guadalajara Eduardo Ortega y Gasset, hermano mayor del conocido filósofo. No es muy seguro -nos dice Julio Martínez- que José Serrano Batanero fuera masón, aunque fue acusado de serlo cuando fue procesado por el franquismo. Este grupo alcarreño quedó acogido al Rito Escocés, y dependió del Gran Oriente Español. Otros destacados masones del momento fueron el pedagogo local Tomás de la Rica, Andrés Núñez del Río, Eduardo Bonis Domínguez, y varios otros, a los que estudia y clasifica el periodista Julio Martínez en su excelente trabajo.

En el que, ya acabando, hace de nuevo un análisis histórico de aquella «Escuela Laica de Guadalajara», de la que hoy solo queda un cochambroso solar en la calle Ingeniero Mariño, 42, y de la escritora Carmen de Burgos, la inolvidable «Colombine» que en ella tuvo tanta actividad.

El libro Esta visión de “La Masonería en Guadalajara” viene a ofrecernos, en apenas 120 páginas, un vistazo general del fenómeno masón, desde su creación a nuestros días; un concentrado recorrido por la historia de la masonería en España, destacando los lugares y los personajes que impulsaron esta idea; y finalmente un minucioso, y bien compuesto análisis evolutivo de la presencia de los masones en Guadalajara, contando sus logias, sus centros de reunión, sus personajes, con retratos, imágenes de lugares y una adecuada bibliografía.

El autor del libro Julio Martínez García (Guadalajara, 1985) es licenciado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y graduado en Historia por la de Salamanca, donde también ha cursado el máster en Estudios Latinoamericanos, teniendo las maestrías sobre «Historia de la Masonería en España» y «Periodismo Transmedia» en la UNED.

Ha intervenido como periodista en varios medios locales y regionales de Guadalajara, Castilla-La Mancha y Zaragoza. Ha trabajado en la Agencia EFE, en Wall Street International y en empresas periodísticas mexicanas. Ha sido ponente en varios congresos académicos celebrados en Puebla (México), París, Lisboa, Madrid, Gijón, Gibraltar y Guadalajara (España), centrados en comunicación, periodismo e historia de la masonería. Está considerado hoy en día como uno de los más activos estudiosos de este tema, la masonería, y las sociedades secretas.

He podido charlar (por medios telemáticos, por supuesto) estos días con el autor del libro. Y al preguntarle sobre la influencia social que la masonería tuvo en la Guadalajara de los pasados siglos, nos dice que «la presencia masónica institucionalizada en Guadalajara, a través de la fundación de ‘logias’ o ‘triángulos’, fue un poco tardía en relación a otros territorios de España».

Que llegó durante el último tercio del siglo diecinueve, a partir de la Revolución de 1868, según confirman diferentes fuentes, y que muchos de sus integrantes pertenecían a las clases medias de la sociedad, siendo –varios de ellos– profesionales liberales.

Además, los masones eran personas con un relevante nivel cultural y participaban en diferentes iniciativas literarias, musicales o de otro tipo. Así saca la conclusión de que en estas logias masónicas solía involucrarse un sector de las élites liberales arriacenses, siendo –además– un lugar de encuentro entre personas con un cierto «renombre» dentro de la ciudad y de la provincia de la época.

Y al inquirirle luego acerca de los valores que posiblemente podría aportar la Masonería a día de hoy en nuestra sociedad, nos confiesa que «si entendemos el Ideal Masónico como una forma de progreso de la Humanidad –así lo defienden los propios iniciados–, sin duda sí existe una aportación positiva a la sociedad actual. Sobre todo en conceptos como la igualdad, la democracia o el progreso social basado en el conocimiento y la educación. Pero siempre teniendo en cuenta que se debe insertar a esta organización en su época de nacimiento. Siendo una creación del siglo dieciocho, hay que entenderla en el contexto de su época».

Julio Martínez García nos confirma que espera poder presentar este libro en meses próximos, bien en el desarrollo de la ya confirmada «Feria del Libro de Guadalajara» 2020, que será en la Concordia, la primera semana de septiembre, o quizás en el conjunto de actividades de la Asociación de Amigos de la Biblioteca, en el próximo otoño.

  1. Antonio Herrera Casado es editor de Aache Ediciones , Libros de Guadalajara y Castilla-La Mancha

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