El eslogan «Diálogo, no discusión. Discrepancias, no insultos» lo leí en el diario Ya en los años ochenta-noventa, un gran periódico de Madrid que perteneciera a la Editorial Católica. Pero tal y como está el panorama político en esta Villa y Corte, pareciera estar pensado para ser llevado a cabo hoy mismo, por resultar más necesario que nunca. Y ello porque estamos a las puertas de lo que yo llamo «La batalla de Madrid» en el ámbito político de cara a las elecciones autonómicas del próximo cuatro de mayo y, visto lo visto, no se augura nada bueno. 

Porque vemos cómo aún no ha comenzado la campaña propiamente dicha y ya hemos asistido a una serie de descalificaciones, faltas de respeto, altisonancias y malas formas que abocan a la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol a convertirse en un a modo de taberna de puerto, donde el que logre mear más lejos, dialécticamente hablando, será el campeón, o la campeona, en cualquier caso; es decir, la persona que se lleve el gato al agua.

Hay quien ya ha dicho, abonando el barbecho dialéctico en el que parecen moverse algunos, que el contrincante «está muerto», políticamente hablando. Otros opinan por su parte que la hoy inquilina de la gran posada de la Casa de Correos «puede acabar en la cárcel». Incluso alguien arguye que alguno anda «sobrado de testosterona», mientras que otros se desangran por aquella herida que supuso una foto maldita, donde las derechas se dieron el abrazo de Colón mientras ellos oficiaban, ilusos, de monaguillos acompañantes de la ceremonia.

Frente a todo ello, hay alguien que se atreve a pedir cordura, seriedad, a la hora de acometer el futuro incierto que nos aguarda a los madrileños, pero es posible que acabe siendo como una rara avis, una especie de prédica o mensaje de la voz que clama en el desierto ante el antagonismo y el exabrupto rampante.

Y mientras esto sucede en esta nuestra Villa y Corte, la ultraderecha, un partido neofascita ya latente aquí y ahora, pensando en tiempos pretéritos de sus  prietas las filas, recias, marciales, permanece impávido, haciendo guardia sobre los luceros de su nuevo amanecer, esperando recoger los frutos del encarnizamiento dialéctico que se avecina. Sabedores, como son, de que cuanto más se destrocen unos a otros más magra será la cosecha a obtener. Están ahí, esperando el momento de dar el zarpazo y sentar sus reales, seguros de poder imponer condiciones a cualquier postor que se acerque a ellos para poder gobernar. Y si pertenecen a la misma progenie, tanto mejor.

Como madrileño de adopción y de corazón creo sinceramente que la Comunidad de Madrid no se merece este espectáculo político-dialéctico de baja estopa que algunos parecen utilizar como banderín de enganche en sus proclamas en aras de conseguir sus objetivos. Una Comunidad próxima a los siete millones de personas que quiere vivir en paz y respeto, porque bastante tiene con afrontar el día a día, del trabajo, del paro, la lacra de la COVID-19 o los contagios, donde siempre está situada en los primeros lugares, pagando un alto precio por ello, a veces la propia vida, por no haber sido los «candidatos idóneos a UCI».   

Es cierto que en la política resultan lógicos tanto el diálogo como las discrepancias porque para eso son distintas las opciones que se presentan para ganar y gobernar, en este caso una Comunidad Autónoma como es Madrid, con todo lo que ello conlleva tanto para gobernantes como para gobernados. Pero junto a ello están fuera de lugar –o deberían estarlo-, los insultos, la falta de respeto al contrario, con el que, en algún determinado caso, y si se tiene altura de miras y se piensa en el bien común, podrían llegarse a acuerdos llegado el caso. 

Eso hace un político que sepa qué papel debe jugar, representar en la sociedad a la que pertenece, y para qué ha sido elegido. Como decía el gran jurista inglés John Selden, estudioso de las leyes del Siglo diecisiete, «Los más efectivos en gobernar son los que menos ruido hacen». Un hombre que sería considerado en su tiempo como «el jefe de los hombres eruditos reputados en esta tierra». Es decir, que de política sabía un poco…

Por el contrario, por estos pagos pareciera ser que el ruido, el follón, el enfrentamiento ha tomado cuerpo en esta batalla política de Madrid en la que, si no elegimos a las personas adecuadas para gobernarnos, todos acabaremos siendo perdedores de una u otra manera. De ahí que nuestro futuro está en nuestras manos, en nuestra papeleta.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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