Si el paraíso existe, la costa dálmata es parte de el. Esta extraña geografía de islas e islotes en el mar Adriático pertenecen a Croacia, se extienden hasta Montenegro, cubriendo una superficie de doce mil kilómetros cuadrados.

La región es navegable y muestra una formación accidentada con bahías, ensenadas, pequeños golfos y playas ; algunas islas son desérticas, otras con frondosos bosques entre peñascos y montañas.

La  costa dálmata es única y cada isla, una revelación del paisaje y de la historia.

El clima es templado y las posibilidades muy variadas, por eso se convierte en una opción para las vacaciones, segura, accesible económicamente y en la naturaleza. Se requieren los test de covid, que pueden hacerse en Croacia sin inconvenientes, pasaportes y un asesoramiento responsable.

Se puede acceder a las islas en auto, muchas de ellas están conectadas con ferry, taxis o barcos omnibus. Otra posibilidad es navegando y esa fue la aventura que elegimos. Navegar. Visitar este famoso archipiélago en un velero de dos mástiles, convenientemente equipado para navegar por el mar Adriático, descubriendo las islas y la geografía croata.

Filip Kernec, nuestro capitán, nos explica: «La industria náutica turística en Croacia se desarrolló activamente hace apenas unas décadas, sin embargo, existe una larga tradición en navegación, yo aprendí con mi padre a navegar, es natural, si vives en la costa o en islas. Actualmente, tenemos más de cien marinas preparadas para la renta, compra y alquiler de veleros de diferentes tamaños, los trámites son fáciles para rentar y hacer estas travesías. Split es la capital náutica por excelencia pero hay otros puertos importantes como Zadar, Sibenk, Dubrovnik, y marinas más pequeñas bien equipadas como Rogoznica, Murter y otras… lo importante es tener buen asesoramiento».

Nosotros lo tuvimos con Filip, planeamos el viaje y elegimos la Marina Betina, en la isla de Murter, donde nos entregaron el barco y mientras el capitán chequeaba el agua, electricidad, gas, motores, computadora y otros detalles, salimos a comprar las provisiones para nuestros desayunos y algunas comidas. Acomodamos nuestros equipajes, distribuimos los camarotes y a la hora de salida (cinco de la tarde), todo estaba pronto para la partida.

El capitán nos explicó la importancia de una travesía segura, en ambiente de confraternidad y respeto, manteniendo el barco en correctas condiciones.

Ya preparados, levantamos amarras y como el viento favorecía se izaron velas, al principio hay que acostumbrarse a las escoradas, a los cambios de posición de la vela mayor y al meneo del oleaje. Son sensaciones que todo marino conoce, los noveles suelen tener mareos hasta acostumbrarse.

Después de un tiempo de navegación, anclamos en una pequeña bahía solitaria para nadar y ver la puesta del sol. Dormimos, algunos en el camarote, otros en el cospit, bajo las estrellas.

Al día siguiente, zarpamos y en pocas horas llegamos a Rogoznica, un lugar muy turístico, con buenos restaurantes donde probamos los famosos pescados mediterráneos y planeamos la trayectoria naviera. Todos deseábamos conocer la famosa ciudad de Dubrovnik, y esa fue la meta.

Zarpamos temprano hacia la isla Hvar. Un poco a motor y otro poco a vela, anclamos en el puerto de Hvar, que no tiene marina, por lo tanto había que bajar en bote hasta tierra. La visión de la isla al entrar al puerto es emocionante con su imponente fuerte en la colina, sus iglesias antiguas y su largo malecón lleno de boutiques y restaurantes. Caminamos por las callecitas de la vieja ciudad y subimos hasta el fuerte.

La Dalmacia tiene una historia que remonta a época de griegos y romanos. El imperio romano dejó testimonios importantes en Silbenik y en Split, donde se encuentra el palacio del emperador Diocleciano, nacido en estas tierras. Los vestigios del imperio se ven por doquier ya que los romanos estuvieron hasta la caída de su imperio.

Luego, toda la Dalmacia  vivió bajo la influencia de Venecia hasta el siglo dieciocho, sufrió los ataques del Imperio Otomano, y más tarde se anexó al Imperio Austrohúngaro, hasta que Croacia se configura como la República de Yugoslavia bajo el dominio comunista en el siglo veinte, hasta su liberación y consolidación como nación independiente, en 1991.

La fortaleza, hoy museo, rodeada de rampas de piedras es testimonio de esos momentos históricos: el auge artístico en el Renacimiento, los ataques de los turcos, el comercio veneciano, el Imperio Austrohúngaro, el nazismo y el comunismo.

Al bajar de la fortaleza, nos espera la gran plaza presidida por la catedral de San Etienne del siglo quince, el teatro del siglo diecisiete y los lujosos hoteles.

En la agencia de turismo, Maria, historiadora, me informa: « Hvar ha sido un puerto natural desde tiempos antiguos, además de historia, la región es centro productor de oliva, miel, lavanda y vinos, destacándose el renombrado Plavac. Actualmente, el turismo es la primera industria. Tenemos una naturaleza pródiga y mucha gente vive en la isla o pasa temporadas de verano, porque tenemos comodidades, seguridad, atracciones y buena gastronomía».

Caminado por el malecón se ofrecen excursiones, buceo, pesca, paseos en bicicleta, en motos, visita a otras islas con taxis acuáticos, porque hay una gran conexión entre las islas.

Al pararme en una tienda de regalos, converso con Ana Marija, joven estudiante que me confiesa: «Yo amo a mi país y me da pena cuando los jóvenes se van, al haber entrado Croacia en el mercado europeo. Yo quiero quedarme aunque reconozco que los inviernos son duros».

Cuesta pensar en dureza frente a este cielo claro, aguas transparentes, temperatura cálida y este sol dorado del Adriático.

Quisieramos visitar la isla de Brac, llamada de las piedras, por su lecho calcáreo y blanco; con esos bloques se cimentó la Casa Blanca en Washington, pero nuestro destino es otro porque el capitan Filip sugiere que el próximo puerto sea la isla de Korčula o Korzula, y hacia allá nos dirigimos. 

Cada isla es una sorpresa diferente, aunque comparten una historia similar son diversas en paisajes y atracciones, nosotros, con el velero tuvimos acceso a lugar únicos, y a panorámicas especiales, además de disfrutar del viento y el ímpetu de la navegación. 

Si Hvar nos sorprendió, Kurčula nos encantó. Ese es el hechizo de la Costa Dálmata, diversidad, belleza natural, historia y sorpresas. 

Kurzula es también una villa fortificada y su muro y torreón preside la entrada al pueblo surcado de callejas  transversales. El conjunto arquitectónico data del siglo trece, con la puerta principal y  una importante escalera de acceso.

Mientras mis compañeros alquilaban bicicletas, yo corrí a la Catedral de San Marco, con frisos del  famoso escultor croata Marco Andrijic, del siglo quince. La iglesia guarda un altar con la Anunciación y otro con los santos patronos: San Marco, San Jerónimo y San Bartolomé realizados por el genial pintor veneciano Tintoreto. En el Palacio de Obispos se encuentra la colección de dibujos  de Vinci, Rafael, Tiepolo, tesoros de la época de opulencia de la isla.

Croacia costa dálmata Kurzula Marco Polo © abianco
Croacia: costa dálmata, Kurzula, casa museo de Marco Polo © abianco

Al caminar por el pueblo nos encontramos con la Casa Museo de Marco Polo, algunos historiadores consideran al mercader  oriundo de Kurzula, aunque no esta verificado. Su casa se conserva como museo y aloja documentos de los  viajes de este extraño personaje veneciano del siglo trece que conoció los secretos de la China y recorrió la Ruta de la seda.

A la noche disfrutamos del promenade junto a las rampas, viendo las artesanías y saboreando, en el restaurante, la deliciosa ensalada de pulpo  y los vinos regionales, junto al mar.

Mis compañeros cuentan su aventura en bicicleta por la isla, con paisajes espectaculares, recorriendo la  Ruta Marmont que lleva ese nombre por el general napoleonico Marmont, constructor de la famosa calzada. 

Alguien me platica sobre las festividades, la más conocida es la danza de las espadas: la Moreska, heredada de los Españoles, donde se oponen danzantes cristianos y turcos, otras ceremonias importantes son las procesiones en tiempos de Pascua.

Al día siguiente navegamos por el canal teniendo como paisaje a la península de Pelješac; nos detuvimos  en una playa boscosa, muy reservada y nos encontrarnos con una amiga croata que nos reveló  misterios de las islas, en esa ensenada, cerca de Ston, vimos un gran yate con bandera española y la corona de España, no sabemos si era un yate oficial. El lugar suele ser refugio de magnates.

Con viento a favor nos acercamos a Dubrovnik, navegando con el velero vimos los grandes hoteles, la muralla y la fortaleza que preside la entrada al pequeño puerto, que aloja solo pequeños botes pesqueros. Después de disfrutar las vistas y sacarnos fotos, enfilamos hacia el puerto de Dubrovnik, donde nos esperaba una de las mejores marinas del Adriático, con piscina, confortables duchas, restaurantes y modernos equipos de mantenimiento.

«Tenemos una buena temporada náutica -me dice la manager de Marina Frappa- Se ha invertido mucho en estas marinas, tratamos de dar lo mejor y apoyar el crecimiento turístico con calidad y seguridad».

Sin duda, el turismo es gran fuente de ingresos para Croacia. Disfrutamos de esas comodidades y bajamos del velero para ducharnos y visitar la famosa República de Ragusa.

En el próximo capítulo, les contaré nuestra aventura por Dubrovnik y el apasionante retorno por islas casi desconocidas, siguiendo al timón, como capitana de sueños y fantasías posibles.

Enlaces:

  • En Croacia, navegando por la Costa Dálmata de Dubrovnik a la isla de Vis

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