En la vida profesional del periodista uno ha visto, oído, de todo. Máxime cuando le ha tocado vivir tiempos de dictadura, la de Franco; en un sistema republicano, como el de la República Federal de Alemania del canciller Konrad Adenauer, y en un sistema monárquico, el de los Borbones, como el que tenemos actualmente en España. Pero puedo afirmar que desde 1978 no había visto y oído esa serie de improperios, insultos, amenazas a los que estamos asistiendo, vertidas por algunos políticos que hemos elegido democráticamente. Y que cada palo aguante su vela.

El solar patrio se ha convertido en una especie de jungla verbal en la que cabe de todo, porque cuando ruge la marabunta de la crispación, del enfrentamiento per sé, algunos políticos se asemejan a una especie de insectos que lo suyo es avanzar en provecho propio, sin importarle el resto de un país que asiste atónito a semejante panorama. Sin quitar ni poner coma, algunos ejemplos pondrán al lector ante este panorama patrio.

Así, la diputada del Partido Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, tachó a Pablo Iglesias en el Parlamento de «hijo de un terrorista», cuando este la llamó «marquesa». Pero para FAES, escuela filosofal del PP, «llamar hijo de terrorista al líder de Unidas Podemos es un derecho a difundir libremente información veraz»…

El jefe de la Policía Local del Puerto de Santa María ha ido más lejos, comparando al líder podemita con una rata, al tiempo que le ha tachado de «majadero psicópata». Y ya, elevándose en el intelecto, ha calificado a Pablo Simón, director del Centro de Coordinación de alertas y Emergencias Sanitarias, de «borracho loco». ¿Cómo se puede calificar así a una persona que tiene una misión tan delicada ante el país?

El que ha rizado el rizo en la descalificación humana ha sido un tal Eloy Valero, concejal del Partido Popular en Novalles (Zaragoza). Para este político, lo mejor que se puede hacer con el vicepresidente del gobierno es «darle un palizón y dejarle vegetal», deseándole, por añadidura, que «ojalá lo asesinen a la vista de su mujer e hijos».

Con estos bueyes tenemos que arar, amigo Sancho, que diría el de la triste figura. Pero lo más grave es que con estos mimbres parecen querer construir algunos políticos el cesto de su futura gobernanza en nuestro país. Que el profeta nos coja confesaos

Pero junto a ello también existen políticos sensatos, con la cabeza bien amueblada, y ahí van dos ejemplos distintos y distantes, políticamente hablando: el primero es Alberto Núñez Feijoo, del Partido Popular, y presidente de la Junta de Galicia, quien ante el espectáculo que se está dando en el Congreso ha pedido «respeto a los treinta mil fallecidos y a los millones de ciudadanos que están perdiendo el empleo»…

El otro político es Patxi López, del PSOE y presidente de la Comisión de Reconstrucción, quien ha tenido la honradez y valentía de pedir disculpas «por algunos comportamientos innecesarios», haciendo un llamamiento a los diputados «para repensar y entender que estaban reunidos en comisión por los nombres y apellidos de los que han sufrido, sufren y sufrirán esta pandemia brutal».

Como diría Antonio Machado, «Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos España ha de helarte el corazón» Queremos diálogo, pero no a garrotazos.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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