La utilización al libre albedrío por parte de cada cual de un símbolo común como es la bandera española se está convirtiendo en una especie de baile de los benditos en el que cada cual danza conforme le venga en gana, generando desde sentimientos de entrega idolatrada a rechazo, llegando incluso en ocasiones al enfrentamiento entre españoles.

Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿En qué estamos convirtiendo un símbolo como es la bandera española, que debería ser de unión, y no de enfrentamiento? ¿Por qué la están utilizando algunos como arma arrojadiza contra un gobierno en ocasiones, contra otros españoles a menudo, a los que por cierto también les pertenece, o incluso como un símbolo que consideran algo suyo en exclusiva?

Respeto la bandera, todas las banderas, empezando por la española, porque también es mía. Es la que figura en la Constitución que votamos en su día mayoritariamente los españoles. Por eso me preocupa esta utilización partidista de la que está siendo objeto, principalmente por parte de la ultraderecha, cuando tiene sus propios símbolos que puede emplear en sus aquelarres.

¿Por qué utilizan, de forma partidista, un símbolo que nos pertenece a todos?

Lo de la manifestación de Vox en coche en Madrid utilizando torticeramente la enseña nacional me pareció indigno de un país de la Unión Europea. Algunos parecían simios envueltos en la roja y gualda en su danza ritual de acoso y derribo. Respeto que se manifiesten libremente, que critiquen todo lo que crean conveniente, pero que no utilicen como propio algo que nos pertenece a todos.

En este tiempo de balcones luciendo la bandera nacional he tenido ocasión de vivir un par de casos en torno al tema que me han llamado la atención al haberme tocado de cerca. El primero ha sido relativo a una persona, una mujer a la que aprecio mucho y por la que siento un gran respeto. Cuando la pandemia hacía estragos en los primeros días, esta mujer quitó su foto de su perfil y puso una de la bandera de España con un crespón negro. Comprendo su dolor, porque también era el mío, al haberse llevado el virus a un ser muy querido para mí. Afortunadamente ha quitado ya la bandera y hoy luce de nuevo su rostro con una sonrisa llena de plenitud, de vida, que irradia candor.

El segundo caso ya lo había comprobado in situ hace meses, pero me lo ha vuelto a corroborar el sujeto en cuestión. Se trata de un viejo amigo socialista, de la vieja guardia, curtido en mil batallas y al que la vida le ha dado muchos trompazos. Pues bien, el tipo ha tenido el valor de colocar en el murete de la entrada de su casa un mástil grande con la bandera de España luciendo al viento. Viviendo, como vive, en una zona a medio camino entre el puño y la rosa y la hoz y el martillo, un vecino le preguntó se sopetón: «¿Es que tú eres un facha?», a lo que mi viejo amigo le contestó a su vez: «¿Es que tú eres un hijo de puta? Que sepas que esta es también mi bandera».

Son solamente dos casos, dos ejemplos vividos de cerca con personas que aprecio, pero creo que el enfrentamiento se está dando en nuestros pueblos y ciudades en torno a un símbolo que debería servir para unir, como es la bandera común de todos, y no para separar, al estarla utilizando algunos como enseña exclusiva suya, de cosecha propia.

Decía una vieja canción de Víctor Manuel aquello de que «En este país, o cabemos todos o no cabe ni Dios». Respetemos, pues, lo que es de todos. Por la cuenta que nos tiene, porque nos va mucho en ello. A unos y a otros.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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